Los apellidos son una suerte de el "nombre familiar". Los apellidos comenzaron a utilizarse en España en la Edad Media y se referían al origen de la persona. Dado que muchas culturas convivían en esa época, los apellidos fueron latinos, germanos, árabes, etc. Lo mismo ocurrió con los nombres, muchos de los nombres que se utilizaban en España no provenían del latín. La costumbre de utilizar dos apellidos después del nombre se impuso en la realeza y luego se extendió al pueblo.
Los apellidos en España terminan en "-ez" y esa terminación significa "hijo de". Como sucedió en otros países como Francia, el apellido no solamente estaba relacionado al nombre de la madre o del padre, sino también al oficio familiar o a las características físicas de los ancestros (Moreno, Calvo, Rubio, etc.). Otros apellidos españoles son adaptados de apellidos extranjeros como Maestre que era Meester o Bécquer que era Becker.
En España se utiliza el sistema del doble apellido -el del padre seguido por el de la madre- desde el siglo XIX. Muchos hermanos no compartían el mismo doble apellido ya que una vez adultos, podían elegir cual apellido utilizaban (el de su padre o el de su madre o ambos).
Corría el siglo XVI y el sistema del doble apellido se hizo popular entre las clases más altas de Castilla. En sus inicios se trataba de una herramienta para diferenciar a la población. Con el tiempo se fue imponiendo y ya en 1800 era muy común utilizar los dos apellidos aunque no estuviese regulado por la ley española.
Hacia fines del siglo XIX se creó el primer Código Civil español y se estableció el uso oficial de los dos apellidos. En su artículo 114 el Código Civil decía "los hijos legítimos tienen derecho a llevar los apellidos del padre y de la madre". Desde ese momento, el doble apellido se extendió a todos los ámbitos. En la actualidad se puede elegir en España qué apellido irá primero, si el de la madre o el del padre.