La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por los altos niveles de azúcar presentes en la sangre. Hay varios tipos de diabetes, y de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la diabetes sacarina de tipo 2 surge cuando el organismo no utiliza correctamente la insulina que produce, mientras que en la diabetes sacarina de tipo 1, existe una producción deficiente de insulina y es por este motivo que requiere el suministro diario de esta hormona.
Cuando esta enfermedad se manifiesta con las características de la diabetes tipo 1, puede causar mucho temor para quien la padece. Si bien puede aparecer a cualquier edad, ya sea durante la infancia o la adolescencia, es más frecuente en aquellas personas mayores de 40 años.
A las personas que padecen diabetes se les aconseja medir la glucemia por la mañana al levantarse, antes del desayuno, y los valores obtenidos se consideran normales si se sitúan entre los 70 y 100 mg/dl en ayunas y en menos de 140 mg/dl dos horas después de cada comida.
Lo que sucede cuando se tiene esta enfermedad, es que el metabolismo deja de funcionar correctamente ya que las células de los tejidos dejan de asimilar debidamente la glucosa, ocasionando que ésta se acumule en la sangre. Este mecanismo ocasiona que, al medir los valores de glucosa, se pueda diagnosticar diabetes si el nivel de esta hormona en ayunas es de 126 mg/dl (7.0 mmol/L) o superior en dos exámenes diferentes. Los valores entre 100 y 125 mg/dl (5.5 y 7.0 mmol/L) se denominan alteración de la glucosa en ayunas o prediabetes, los cuáles son factores de riesgo para la diabetes tipo 2.
Los síntomas de esta enfermedad pueden ser aumento de la sed, micción frecuente, sensación de hambre extrema, pérdida de peso sin motivo aparente, presencia de cetonas en la orina (que son un sub producto de la descomposición de músculo y grasa, lo que sucede cuando no hay suficiente insulina disponible en la sangre), fatiga recurrente, irritabilidad y sensación de visión borrosa. Lentitud en el proceso de cicatrización e infecciones recurrentes en las encías o en la piel, así como también son usuales las infecciones vaginales.
Por lo tanto, para evitar la aparición de esta enfermedad, o controlar los síntomas de la diabetes ya existente, una buena alimentación (evitando chocolates, caramelos, mermeladas, miel, helados, gaseosas, alcohol, galletas dulces, comida rápida, harina de trigo refinada, y cereales azucarados) y actividad física moderada son fundamentales. Así como también la realización de controles médicos de manera periódica.