Elena de Borbón recientemente cumplió los 59 años de edad, en un momento de su vida complicado debido a la existente tensión con Victoria Federica. Si bien, décadas atrás era impensable la idea de un divorcio público como el suyo con Jaime de Marichalar o privado como el de sus padres, los reyes Juan Carlos y Sofía, la primogénita no entiende el afán de su hija de exponerse como icono fashionista.
Aunque es irónico este actuar de Elena hacia su propia hija luego de que ella, en su momento, recibió una actitud similar por parte de su madre Sofía cuando ella quería divorciarse. De hecho, fue la que más se opuso a esta decisión que posteriormente se firmó en 2009. Así, la hermana mayor de Felipe VI pasaría a la historia al ser la primera Infanta de España en divorciarse.
Este tema se presta mucho a conversación, si bien, no es lo mismo ser una Infanta que la hija de una Infanta española. La pregunta ahora es si Victoria Federica asistirá a la reunión de cumpleaños de su madre. Más aún con la noticia de que la joven ha buscado refugio en Zarzuela, lo que alarmaría a toda la familia real.
Mientras que Froilán, el hijo mayor, tiende a la vida nocturna, al final pretende acabar sus estudios y formarse en el mundo de las finanzas, como otros en familias aristocráticas. Lo cierto es que su estilo de vida fiestero no se compara con la postura de su hermana, quien no muestra querer avanzar en sus estudios. Lo que genera más conflicto con Elena de Borbón, incluso con su padre Jaime de Marichalar que no ha podido salir corriendo ante las preguntas de los periodistas sobre su hija. Y es que, los dos padres temen que la joven eche a perder el legado principal: su apellido.
Ciertamente, pese a sus andanzas en fiestas y en el mundo de la moda, Victoria no es una influencer. Solo hay que ver la actividad en su cuenta de Instagram, es decir, ella no cierra contratos con marcas habitualmente, ni es creadora de contenido digital. Sea como sea, la Infanta Elena vive con el temor de que su hija caiga en la trampa de ser tomada por influencer y termine convertida en un personaje más de la crónica social. Es decir, ejerciendo profesionalmente de personaje rosa.